alas

Su cabeza es una pecera de invierno donde esa idea tenaz da vueltas y vueltas sin parar, en eterno carrusel, tal y como recuerda aquel pez rojo de acuario visitado, tal vez, lejano tiempo en una infancia jamás por entero concluida. El paso del tiempo ha convertido lo extraño en habitual, aunque en ocasiones de absoluta entereza se resiste, dentro de su propia afonía, a permitir que el inexorable percurso de las estaciones borre la huella de su otoño preferido. Se cuestiona si algún día cercano sus inquietos peces rojos conseguirán, al fin, alas para volar.

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